En esta unidad veremos dónde y cómo vemos películas y cómo ha cambiado esto con el paso de los años.
Antes de hablar de dónde se ve y proyecta el cine, hay que revisar su historia como forma pública de entretenimiento. Esto nos lleva al pequeño pueblo de Orange, Nueva Jersey. Allí, ya en 1888, el inventor estadounidense Thomas Edison imaginó por primera vez el kinetoscopio, una máquina que podía hacer girar imágenes dentro de una caja ante un foco de luz, lo que creaba una ilusión de movimiento. Solo se usaba en exhibiciones privadas. El kinetoscopio estaba diseñado de tal forma que las películas podían ser vistas por los espectadores de uno en uno a través de una ventana con una mirilla en la parte superior del aparato.
Cuando Edison organizó en 1893 la primera demostración pública de su kinetoscopio en Brooklyn se hizo evidente que, a pesar de que funcionaba, era demasiado privado y pequeño. El cine tenía que ser más grande.
Se hizo público y más grande en París gracias a los hermanos Lumière, que en 1895, dos años más tarde, inventaron el cinematógrafo, un aparato capaz de proyectar una imagen sobre una pantalla y que, a diferencia del kinetoscopio de Edison, podía ser visto al mismo tiempo por un gran número de personas. Por fin, el cine era público.
Ni los hermanos Lumière ni Edison ni ningún otro inventor se imaginaron lo grande que llegaría a ser el cine. De hecho, al principio se consideraba una atracción secundaria para la clase trabajadora, que asistía a teatros conocidos como nickelodeons para ver cortometrajes de 5 a 15 minutos como si se tratase de una atracción embrujada.
En 1913, los nickelodeons ya se quedaban pequeños para acomodar a todo el público que quería ver las películas, así que se hizo necesario construir cines más grandes que también pudiesen proyectar los novedosos largometrajes.
En la primera década del siglo XX también había otro tipo de cines llamados Hale’s Tours of the World («Los viajes por el mundo de Hale»), que tenían forma de vagones de tren.
Desde el mismísimo comienzo del cine, en especial cuando en 1896 los hermanos Lumière asombraron al público francés mostrándoles en una pantalla un tren que se dirigía directamente hacia ellos, el mundo del cine ha mostrado una fuerte fascinación por el tren. Tal vez esta fascinación empezó incluso antes de que se inventase el cine, ya que, de alguna manera, los pasajeros de un tren disfrutaban de una experiencia cinematográfica años antes de que apareciese el propio cine. Cuando se inventaron las primeras cámaras, los operadores empezaron a atarse a sí mismos en la parte frontal de trenes en marcha junto a sus cámaras, mostrando el viaje desde la perspectiva del tren y capturando la vía que se aproximaba, el paisaje de alrededor y el paso a través de los túneles. Estas escenas fueron denominadas «viajes fantasma», porque desde esa posición la película parecía moverse gracias a una fuerza invisible. Este era un espectáculo innovador y dinámico y los nuevos cines (Hale’s Tours of the World) elevaron el realismo de los «viajes fantasma» a otro nivel: los asientos temblaban y las imágenes iban acompañadas de soplidos de vapor y silbidos de tren.
Desde aquellas primeras etapas del cine, la evolución de las películas siempre ha estado ligada a la evolución de la tecnología. El cine mudo se creó principalmente para ser proyectado en la gran pantalla ante un público general y esto se siguió aplicando a las películas sonoras, desde la primera, El cantante de jazz (1927), a otros miles de películas en los años 30, 40 y 50.
En la década de los 60, la televisión llevó las películas a los salones de las familias, lo que implicaba que la gente ya no tenía que ir al cine para ver películas, aunque la oferta se limitaba a lo que programasen en la tele. Este problema se solucionó en parte en los años 70 con las cintas VHS y en los 90 con los DVD, que ofrecían a los espectadores más opciones para elegir.
Actualmente, las opciones de lugares de exhibición y dispositivos son innumerables y no dejan de aumentar: se pueden ver películas en cines, festivales, teatros, museos, bares, escuelas, aviones, en casa y también en la televisión, ordenadores, tablets y teléfonos móviles. Esta oferta se ha hecho aún mayor en los últimos diez años debido a la introducción de las plataformas de pago y demanda la carta, que nos permiten elegir y ver películas y programas cuando queremos, en lugar de depender de una hora específica.
Una de las consecuencias de tener un rango tan amplio de posibilidades en cuanto a contenidos y dispositivos es el cambio en la actitud y el comportamiento del espectador respecto a la forma de ver cine. Esta consecuencia está fuertemente relacionada con el uso generalizado de Internet, donde nos movemos rápidamente de una página web a otra y donde leemos menos cuanto mayor es el texto. Los investigadores están descubriendo que nuestra capacidad de atención disminuye a medida que nos adentramos cada vez más en una sociedad totalmente digital, por lo que a veces se nos conoce como la «generación impaciente» o como «los peces digitales». El efecto sobre el visionado de películas es que las generaciones más jóvenes están más acostumbradas a ver series o vídeos cortos en Internet y que en ocasiones tienen dificultades para ver películas de larga duración.
Socio de producciòn: University of Roehampton http://www.roehampton.ac.uk/home/
Locutores: Nicolàs Veneri Rodríguez, Patricia Carracedo Justicia
Mùsica de: Bensound – Brazilsamba (Composed and performed by Bensound http://www.bensound.com)